viernes, 9 de abril de 2010

El barrio






José Luis Figuereo Franco
nace en el barrio más flamenco de Cádiz; el típico barrio de Santa María en junio de 1970 en una Casa de vecinos de la calle Botica número 29. Creció bajo la tutela de la peña flamenca La Perla de Cai, empieza a hacer sus Pinitos con nueve años al son de una guitarra sin acordes.

Con 14 años coge su guitarra y su maleta y se va al mundo de los tablaos de Córdoba y Madrid –tirando y pasando estreches- Acompañando a cantaores como Juana la del Revuelo y ya con 18 años a figuras del baile como Antonio Canales y Sara Varas en la Venta del Gato.

“Las penas de los tablaos son las que te cultivan para expresarte como artista” (El barrio)

Cansado de ser guitarrista y animado por su primo Diego Magallanes manda una maqueta a la casa discográfica sevillana “Senador”. Dice él que cuando le llaman le entra un ataque de pánico y decide ponerse a trabajar como un hombre.
Empieza un cursillo como soldador en los astilleros que abandona cuando se da cuenta que lo suyo es ser artista.
Se rebautiza como EL BARRIO –nombre acortado de su lugar de origen y emprende una carrera donde se dan la mano el flamenco, la creación personal y el rock andaluz teniendo como fuentes de inspiración grupos andaluces como Triana, Medina Azahara y Alameda, a flamencos como Manolo Caracol y sobre todo siente una gran admiración por el maestro Paco de Lucia.

El Barrio es un artista vanguardista e innovador. Su voz tiene un eco profundo y distinto siendo un virtuoso de la garganta de la que conoce todos sus secretos. Está considerado un poeta urbano del siglo XXI por sus seguidores que llenan cada uno de sus conciertos.

Sus composiciones tienen sabor andaluz y gaditano y nos hablan del amor, del desamor , del barrio que lo vio nacer y de cosas cotidianas con las que te sentirás identificado.
El Barrio bebe de lo antiguo y suena moderno.

“Mi música suena flamenco porque yo soy flamenco” (El Barrio)

El Barrio es, para quien lo quiera escuchar, un apóstol del Nuevo Flamenco. Su buena nueva consiste en beber de lo antiguo y sonar moderno. Y el Barrio suena flamenco desde el primer día. El oyente entenderá a los elegidos de las artes que de tarde en tarde se vienen al mundo a compartir generosamente su sabiduría. Y es que estamos ante uno de los artistas más completos de la Andalucía del nuevo milenio. José Luis Figuereo no es solo un interprete de canciones, un compositor, un poeta o un cantautor a la vieja usanza. Puede destacar, y destaca, en cada una de esas facetas pero se hace más grande en el equilibrio con el que ha conseguido desarrollar todas ellas al unísono.

Cádiz es, hoy por hoy, la mayor cantera de talento musical de España. Es evidente que lo que allí se hace se parece entre sí y, a la vez, tiene una personalidad diferente de lo que se hace fuera. El influjo del mar, la luz, el levante, el vino, la sierra, y sobre todo, su transcendencia en la historia del flamenco han convertido su música en la fuente del deseo.

El Flamenco ha cambiado mucho. Las voces ya no saben a sangre cuando entonan. El cante del hambre, los señoríos, el café del cantante, la dictadura, la Andalucía explotada y la emigración ha entrado en el siglo XXI como una gran cultura con millones de discos vendidos, ropa de moda, estudios universitarios y el mundo entero preguntándose que haríamos después de Camarón.

En medio de este dilema nace El Barrio, José Luis Figuereo es pieza fundamental de una revolución emprendida por una generación de jóvenes que reivindican la tradición musical andaluza desde la libertad de creación y la ansiedad por aprender de otras culturas, es decir, desde la fusión la propuesta es vanguardismo y tradición. Como precedente de esta revolución esta la guitarra de Paco de Lucía. Como el de Algeciras, El Barrio también empezó como guitarra pero, como Camarón en las grandes ocasiones, no la soltó para cantar.

Como poeta, es una especie de “sabina” del flamenco. Aunque no cuenta historias concretas, es fácil verse reflejado en una de sus letras. Todo seguidor de El Barrio tiene una canción que parece que está escrita para él. Sus contenidos definen un flamenco más urbano y menos rural, describe conceptos frente a situaciones y priman los sentimientos, no el sentimentalismo. Su lenguaje es formal, lírico pero moderno, cargado de expresiones populares, juveniles y del caló cuando es necesario.

Como interprete, su voz tiene un eco profundo y distinto, memoria de las grandes figuras del cante. Sus tonos, remates y requiebros vocales son un prodigio de melodía y afinación que tienen tanta personalidad como los de la Perla, Cái y Camarón. El Barrio navega por su música con la técnica de un virtuoso de la garganta, de la que conoce todos los secretos.

Como músico, sus composiciones tienen identidad andaluza-gaditana. Su música es del sur y ofrece las mejores influencias del flamenco y del cante andaluz. El Barrio es dueño de la herencia del compás de su barrio de Santa María. Maneja las claves, los tercios originales del cante, los domina en el espacio y en el tiempo, los sostiene a su antojo, los acorta a contratiempo y los pinta en el aire hasta hacer que los pies de audiencia se muevan solitos.

Su poesía recuerda a la generación del 98, desde el Alberti más surrealista, al Lorca más gitano, pasando por el Miguel Hernández más apasionado. El amor es el eje y motor de su vida, el desamor como tortura y sentimiento trágico, la muerte, el destino, la música, la cultura y las tradiciones de su tierra son los temas centrales de las canciones de El Barrio.

José Luis Figuereo siente admiración por los versos populares de las coplas y el romancero andaluz, y mientras busca nuevas formulas poéticas desde la principal de la metáfora, habla del amor como el mayor enamorado y del desamor como el hombre más herido de todos los tiempos.

Poeta urbano del siglo XXI para sus seguidores, José Luis Figuereo, Selu, El Barrio, que siempre sale a escena con un sombrero negro, ha sabido conectar con un publico joven al que le gusta el flamenco.




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